JORDANIA-CUARTO DÍA-WADI RUM O LA EPOPEYA DE LAWRENCE DE ARABIA.

 

WADI RUM O EL VALLE DE LA LUNA, SEGÚN T.E.LAWRENCE.

De un primer vistazo se percibe que Wadi Rum, patrimonio de la humanidad desde 2011, no es un desierto cualquiera. Y no es por menospreciar a los demás , ya que cada cual tendrá su peculiaridad pero las circunstancias, ya sean geográficas o geológicas, de este rincón de la tierra, le hacen muy particular. Comenzamos la excursión desde el Centro de Visitantes donde se pueden alquilar 4 x 4 e incluso camellos en los que cruzar el vasto páramo. Ataviados para la ocasión con gafas de sol, sombrero, botas y una espesa capa de protección solar , nos dividimos en dos coches y partimos rumbo a Wadi Rum, el Valle de la Luna, según Lawrence de Arabia, con la emoción de sentirnos protagonistas de aquella aventura que ya habíamos experimentado cómodamente desde el sillón del cine comiendo palomitas, mientras el rubio Peter O´Tool vestido de blanco emulando a Thomas Edward Lawrence y el moreno Omar Sharif envuelto en negros ropajes a tono con sus ojos azabaches, representando a Sherif Ali, se salían de su papel cuando contemplaban desde lo alto del monte al desierto y a su gente en una de las escenas de la famosa película “Lawrence de Arabia” que, basada en la novela de T.W. Lawrence “Los Siete Pilares de la Sabiduría”, versa sobre la rebelión árabe contra turcos y otomanos en 1917-118.

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HOSPITALIDAD BEDUINA.

La velocidad del 4 x 4 era perfecta para sentir el el viento y también la arena que las ruedas arremolinaba a su paso, aderezo idóneo de un escenario decorado con los tonos ocre, siena y rojizo de la tierra , negros y grises de las montañas de granito y arenisca y un rabioso cielo azul que junto a la soledad del entorno te hacían sentir único y atemporal.

Y así pasaba el tiempo entre la silenciosa monotonía del desierto , rota de cuando en cuando por el click de una cámara intentando llevárselo todo en su virtual memoria, o las paradas donde estirar las piernas y disfrutar de la textura de la arena rodando por ella , hasta que llegamos a una jaima de tamaño considerable donde nos esperaba una taza de café y una interesante conversación. Durante la charla se hablo de la forma de vida de los habitantes de Wadi Rum de origen beduino que montan sus campamentos nómadas al amparo de las rocas donde descansan ellos y sus camellos para seguir ruta día tras día, o donde a veces se asientan con el ganando . Se alabó la grandiosidad de las formaciones más elevadas, “Los Siete Pilares de la Sabiduría” de 1734 m. de altura, nombrada en honor a la novela de Lawrence, y de la montaña más alta de Wadi Rum y de Jordania, Jabal Ramm, que se eleva hasta 1.834 m. También nos informaron sobre la incondicional hospitalidad beduina junto a ciertas normas protocolarias en las que aceptar un primer café es una obligación, el segundo una cortesía, el tercero un atrevimiento y al cuarto café resultas un pelmazo al que hay que echar de casa sin remisión ¡Bueno saberlo!

DEJA TU RASTRO…

Los rostros del Príncipe Faisal y de T.E. Lawrence esculpidos en la roca recuerdan los tiempos de la revolución cuando eligieron el desierto de Wadi Rum para montar su destacamento. Pero no son solo sus retratos los únicos testimonios pétreos de Wady Rum; cantidad de petroglifos de los habitantes del desierto que se remontan a eras nabateas, se encuentran tallados en la piedra como señas de su paso, para facilitar el camino a los subsiguientes transeúntes.

En ruta de nuevo, el paisaje oscilaba entre montículos esculturales y dunas ondulantes; difícil imaginar que en aquel insólito paisaje se lidiaron momentos cruciales para el pueblo árabe, enfrentados a aquellos que quisieron determinar sus fronteras y su forma de vida, cuando la realidad es que Wadi Rum parece tierra de nadie, o quizás , tierra de todos… una tanto arisca , y un tanto cálida, artística, temeraria e indudablemente bella.

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De repente, como salida de la nada, apareció una caravana de camellos que se acercaba a nosotros con ese caminar cadencioso que si bien puede parecer cansino, es solo una percepción, ya que el camello es el animal del desierto por excelencia. Gracias a su fortaleza y su aljibe natural de agua, es imprescindible para el beduino , cuando montado en sus jorobas forman una única y espectacular figura. Omar, nuestro guía y amigo, hablo con ellos y al poco , allí estábamos todos , contentos como niños, subiéndonos al camello que tuvo a bien darnos un agradable paseo por el desierto y así gozar de una experiencia nueva para la mayoría. La cabalgata nos abrió el apetito y qué mejor plan que recalar en uno de los muchos campamentos turísticos de Wadi Rum y probar el sabroso cordero y pollo asado lentamente bajo tierra , Zarb, acompañado por las deliciosas hortalizas, hummus, salsa, y ensaladas que llenan las mesas jordanas . Aunque tuvimos que partir de vuelta, otra estupenda opción hubiera sido pasar la noche en las acogedoras jaimas del campamento y contemplar el cielo de Wadi Rum con más estrellas que ninguno.

Y con la arena de Wadi Rum todavía en los zapatos, y el gustillo de las especias jordanas en los labios emprendemos el retorno hacia España. Ha sido un viaje ameno, aventurero, divertido y entrañable sobre todo, gracias a un grupo fantástico con cuyos componentes fue un placer compartir momentos tan especiales.

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Foto de Dany Morales.
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Información:

http://visitjordan.com

 

 

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