Tailandia Legendaria-Segundo día

A bordo del Eastern & Oriental Express

El Café Bambú del Hotel Mandarín Oriental reunió al mediodía asiático, ya comidos a pesar de apenas haber dado la una, a una mezcla cosmopolita de pasajeros que llegados de aquí, de allá y de acullá, esperaban el momento de abordar el tren, con un brillo especial en los ojos.

De diferentes edades, razas y lenguas todos habrían soñado en su niñez con el novelesco lejano oriente de tantos autores que sucumbieron a su exotismo. Con las películas que integraron la jungla y sus habitantes en las tardes de los sábados o en los días lluviosos. Ese sueño se haría realidad para aquellos que en breve subirían al tren en la estación ferroviaria de Bangkok, gracias a la iniciativa y el glamour del Eastern & Oriental Express que tras muchos “tiras y aflojas” con los ferrocarriles malayos (KTM) y tailandeses (SRT), consiguieron unir 2.300 kilómetros de vías por las que el tren empezó a rodar en su viaje inaugural de Septiembre 1993.

Desde el momento en que el “staff” del Eastern & Oriental Express se hace cargo de su pasaje, la mente se relaja y por unos días se vuelve a esa niñez en que solo hay que seguir las instrucciones del “adulto”. El “adulto” en este caso tiene muchos menos años que el pasajero, pero da igual. Es un placer hacer todo lo que diga la joven simpática y atractiva que reparte la información preparada de forma exquisita; papel de la mejor calidad, detalles por doquier en las etiquetas, en las pegatinas…y cuenta con los dedos a sus protegidos que en todas las excursiones venideras tendrán que ser los mismos, ni menos, ni más. Y empieza la aventura de “Epic Thailand” como se llama al trayecto, dejando el bullicioso Bangkok del siglo XXI para viajar hacia el norte y entrar en la Tailandia de entonces…

Tailandia de entonces…
Tailandia de entonces…
Tailandia s. XXI
Tailandia s. XXI

En la estación un séquito de bienvenida y despedida a la vez, compuesto por niños graciosamente vestidos con trajes típicos, cantan y bailan entre los andenes deseando un buen viaje y un feliz regreso.

Una vez dentro de los vagones, el “otro” mundo se queda afuera. Luces sinuosas entre maderas cálidas, dormitorios acogedores, restaurantes decorados como en los viejos tiempos con una gastronomía a la “última”.

Y el “tracatra” del tren que adormece como una nana mientras los campos de arroz se tiñen de rosa por ese sol que tardará segundos en esconderse, dejando entrever entre la niebla la gigantesca escultura de Buda que vigila las aldeas y sus arrozales.

www.easternandorientalexpress.com

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