Escocia legendaria

Escocia legendaria. Golf, whisky y leyendas de la añeja Caledonia a bordo del mítico “ Royal Scotsman”

Desde la ventanilla…

Nada mejor para adentrarse en éste bucólico escenario que un viaje a través del tiempo a bordo del mítico ferrocarril Royal Scotsman. Guarecido en la estación de Waverley, en el mismo centro de Edimburgo, aguarda su partida en lo que fue el Lago Nor que, tras su desecación en el S. XIX, se convirtió en la segunda estación ferroviaria más grande del Reino Unido después de la de Waterloo en Londres. Desde allí el Royal Scotsman comenzará, al son de los gaiteros, su peculiar recorrido por la historia, la gastronomía y la geografía escocesas. El color de sus vagones es de un rojo oscuro clásico, matizado por el escudo amarillo y azul de la compañía ferroviaria de trenes escoceses. Orient- Express Hoteles, Trenes y Cruceros adquirió el tren hace algún tiempo y como ya es común en su filosofía comercial, una de sus prioridades ha sido que el Royal Scotsman guardara su encanto de antaño.

La primera impresión que da al subir al tren es acogedora y elegante. Si los vagones, a la antigua usanza, brillan por fuera como un espejo, el interior cubierto en madera e iluminado por cálidos quinqués, es un ejemplo de nitidez. Y no es de extrañar, ya que la tripulación cuida cada detalle con esmero y durante esos días estará pendiente de hacerle la vida agradable a los 36 pasajeros a los que da cabida el tren. Los dormitorios tienen de todo. Su decoración que , recuerda al un camarote de un barco, incluye un escritorio, armarios, ducha y una mesilla donde todas las tardes aparece un pergamino con los pormenores del viaje.

Antes de deshacer el equipaje la curiosidad por recorrer el interior del tren es inevitable.

Un mundo sobre railes

El vagón restaurante con sillones de orejas, espera de los comensales para sentarles a sus mesas vestidas con velas, cubertería de plata y vajilla de porcelana en la que no falta el escudo del tren. En el siguiente vagón por la ventanilla de la cocina asoma el chef que deleitara el paladar del pasaje con sus exquisitas vieras del atlántico, con el solomillo de “Buccleuch”, el “rissotto” con trufa blanca, o el ciervo con grosellas entre otros muchos y deliciosos platos. A éste vagón le sigue la biblioteca repleta de libros y con un par de mesas rectangulares que invitan a escribir, a jugar, o a desayunar por las mañanas rompiendo así un poco la formalidad del comedor nocturno. El coche siguiente es donde realmente se hace la vida. Mezcla de cuarto de estar, bar, y salón de lectura, allí se reúnen los huéspedes a pasar la tarde leyendo, a tomar un par de whiskys por la noche mientras al son del acordeón entonan canciones escocesas que levantan al pasaje. La cena ha sido de gala y los hombres aprovechan para lucir su “”kilt” con chaquetas de terciopelo negro. El whisky, la música y las canciones surten su efecto, y hay quien no puede evitar que se le escape alguna lágrima, sobre todo a aquellos que emigraron años ha a Sudáfrica, a América o a Australia y vuelven a recorrer su tierra natal a bordo del Royal Scotsman. Este vagón, llamado “Observador” tiene un balcón exterior, ideal para aspirar el aroma de las flores y de los pinos y ver como el tren va cruzando castillos, lagos, ríos y praderas vestidas de una hierba salvaje, morada y florida que acompaña al tren durante su trayecto escocés.

Más allá del tren

El Royal Scotsman hace sus paradas en puntos estratégicos: La playa de arena blanca de “Morar Sands”, poblada de gaviotas y amenazada con negros nubarrones ¿Por qué será que los nativos al agua le llaman “El sol líquido de Escocia”? La visita a Fort William , repleta de historia, gracias a Ray Owens que vestido de auténtico escocés desmenuza los pormenores históricos de su nación, ahondando en los detalles de la gente de las Altas Tierras. Entre tanto y tanto comenta como aquel puente a lo lejos fue escenario de una de las películas de Harry Potter, y como por aquella pradera volaban los magos escolares en sus escobas, y deja caer su opinión sobre la versión cinematográfica de “Brave Heart” que según él difiere un tanto de lo que se podrían llamar “hechos contundentes”.

En el trayecto denominado Classic Golf se podrá jugar en los campos de golf de Royal Donorch, Castle Stuart Golf Links, Cruden Bay Golf Club… y en el recorrico Classic Whisky se compartirá el viaje con un embajador de The Scotch Whisky Society, club con el que el Royal Scotsman se ha asociado, que acompañará a los pasajeros en la cata de variedades de whisky y en las visitas a las destilerías de Glenilvet, Glen Ord y Tullibardine.

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Es en Wemyss Bay donde se coge el ferry a la isla de Bute para hacer una de las excursiones más atractivas del viaje. Ya desde el barco se otea un pueblo de construcción victoriana, poblado de casas pintorescas con jardines a cuál más colorido y cuidado, yates y barcos de recreo en el puerto y un ambiente de veraneo. La isla sirve de refugio para muchos habitantes de Glasgow que tienen allí su segunda vivienda para olvidarse de su urbe industrial. La joya de la isla es “Mount Stuart” espectacular mansión gótico victoriana, fantasía del tercer Marqués de Bute y su arquitecto Sir Robert Rowand Anderson. El jardín poblado de hortensias, estanques con flor de loto y árboles de “boj “es un aperitivo de la grandiosidad de la casa, sus salones, su capilla, cuadros, chimeneas y obras de arte y del frondoso bosque que la rodea donde árboles centenarios esconden la vista del colindante océano.

El Royal Scotsman pone ruta a Edimburgo, la tripulación y los pasajeros se despiden, se toma la última copa y el ensueño de la Escocia añeja se desvanece entre la bruma del día.

 

www.royalscotsman.com

www.belmond.com

 

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