
Descubriendo las bonanzas de La Donaira.

Relais & Chateaux incluye en su excelsa colección el hotel boutique de la Finca La Donaira , un remanso natural de 700 hectáreas en la Serranía de Ronda , u otra saludable y serena forma de vivir.

Viajar de noche a La Donaira , en Montecorto Málaga, frontera con Cádiz, no es ninguna tontería. Entre las curvilíneas carreteras que suben por la Sierra de Ronda se adivinan paisajes espléndidos a la luz de la luna, mientras se atraviesa el pueblo blanco de El Gastor, de casas encaladas iluminadas por farolillos. Al llegar a la propiedad, se aspiran aromas de lavanda, del frescor que emana del jardín, poblado con todo tipo de flores y plantas. La cálida bienvenida por parte del personal de la finca, es un anticipo de lo que queda por vivir. Otro instante digno de mención, es cuando al cruzar el umbral se presenta una estancia acogedora con diversos apartados que conducen a una dependencia principal, en la que suena Blue Moon, y cada rincón es un canto al buen gusto. Libros y flores se apilan en la mesa debajo del ventanal por el que se cuela la noche de La Donaira, al tiempo que el crujir de los leños de la chimenea acrecientan aún más la sensación de haber llegado a casa.

Como en casa.
Pues esa fue la intención de su dueño, el austriaco Manfred Bodner, cuando tras vivir unos años en el paradisiaco enclave, decidió compartir su sueño y hacer un hogar de siete suites y dos yurtas en La Donaira, tanto para los que le ayudaran a llevarla, como para los huéspedes. Las puertas no tienen llaves y el propósito de que el visitante se sienta libre en la propiedad, se ha cumplido. En un rincón bajo el flexo está leyendo una joven, mientras que la familia inglesa con tres niños se ha sentado en una de las mesas grandes para cenar a las 7 de la tarde. Hora en que en el cómodo sofá que da a la chimenea un grupo de españoles toma un vino, antes de cenar.

Esperando el amanecer.
La noche pasa silenciosa, tranquila, y con las expectativas de descubrir la finca a la luz del día. Al salir de la habitación para ir a desayunar se cruza un patio andaluz, protagonizado por el naranjo. A través del ventanal se asoma el parterre de albero donde está la terraza exterior. Una carta de papiro reposa sobre el plato de cerámica lugareño explicando las bondades de un desayuno cuyos productos vienen de la finca, en el que está incluido el zumo y las frutas frescas, la mermelada y mantequilla caseras, y el mollete de masa madre o brioche. Se puede optar también a yogur fermentado en casa y los huevos al gusto, de sus propias gallinas, como también crepes de masa madre con miel o sirope de arce.

Conociendo La Donaira.
Lo primero que se observa al ir conociendo a los moradores de La Donaira es lo a gusto que se sienten en ella. Sonrisas, expresiones relajadas y un compañerismo que está presente en cada momento. Cuenta María Centeno, Directora de comunicación, como el proyecto de la finca está íntimamente unido a los que en ella trabajan. De hecho, hay voluntarios que llegan para tres meses, y muchos de ellos se quedan, imantados por la forma de vida y esa naturaleza excelsa en que se sitúa la finca. Veinticinco son las nacionalidades de los trabajadores que hacen posible el propósito de La Donaira. Martha es polaca y pareja de David, el sumiller. Se encarga también de enseñar las caballerizas con caballos lusitanos. Presenta a Siroco al que Seamus, irlandés, está domando, una doma natural que hace al caballo confiar en su domador, lejos del miedo y la imposición. Se le sigue los pasos con suavidad y disciplina, en base al primer contacto entre el humano y el animal.
Después Martha enseña la bodega que hace su propio vino, totalmente ecológico, despalillado a mano, pisadas las uvas con los pies, uvas de la zona como puedan ser el tempranillo, moscatel, jaencito blanco o Pedro Ximenez.

Baños de bosque y de sonido.
Verónica , psicóloga , relata el cómo un viaje a Etiopia le hizo valorar la importancia del burro en el trabajo, en la sociedad rural. Tras adoptar seis animales, entenderlos y quererlos, por cuestiones del azar llegó un día a La Donaira, de la que se enamoró. Ahora es la encargada de los baños de bosque en los que acompañada de sus burros Platero, o Caramelo, camina con los huéspedes y les invita a sentir el viento, a hablar con los árboles, a mirar y escuchar con plena atención lo que les rodea durante diez minutos, momento en que el aullido del lobo emitido magistralmente por Verónica reúne de nuevo a la comitiva. Una terapia altamente recomendada que actúa sobre el sistema parasimpático beneficiando el estado de salud físico y mental.

Magnifico complemento del paseo con Verónica son los baños de sonido que imparte Paula, también polaca, en una yurta del jardín. Paula anima a escuchar el silencio, y distinguir las ondas de las vibraciones que ella provoca con el gong, logrando un efecto increíble de paz y conciencia. Como única es la experiencia que lidera Paula con las camas de abejas. Solo existen cuatro en el mundo. Aunque en un principio pueda parece claustrofóbico, la inmersión en un sarcófago situado al amparo de una centenaria encina, el tumbarse sobre el panal, sentir el zumbido de las abejas y aspirar los aromas de madera, miel y flores, es algo inaudito y tranquilizador que induce a la meditación. Paula es la artesana de jabones , cremas y aceites naturales que están en los baños y se venden en la tienda.

Felicidad contagiosa.
María, colombiana, se ocupa de los voluntarios que trabajan a cambio de comida, hospedaje y aprendizaje de métodos sostenibles. Suelen quedarse entre tres meses y un año, y los hay quienes convierten La Donaira en su forma de vida y deciden asentarse en ella. La pareja de María es el polaco Adrián, encargado de la cambucha casera. Al igual que otros trabajadores de La Donaira como Camila, la diseñadora, Adrián y María, viven dentro de la finca, en casitas perdidas en el campo.
Emma es escocesa y ya puede hacer frio que siempre se la ve en manga corta, tan contenta, pues todo el mundo parece feliz en este Shangrila andaluz. Otro buen ejemplo de bienestar es Gerhard Bodner, Gigi, antiguo bailarín austriaco, y hermano del propietario, quien emana pasión y sabiduría al mostrar su jardín medicinal y de hierbas gastronómicas, de las que sabe todo. A pesar de la lluvia pasea tranquilo y orgulloso por el jardín explicando como esta sirve para el dolor de estomago, aquella es un condimento perfecto para el cordero , y ese geranio naranja hace una infusión deliciosa. Gerhard a su vez, fabrica unos bolsos de piel maravillosos en su casa taller de la finca que están puestos a la venta en la atractiva tienda de La Donaira.

María Centeno hace hincapié en cómo un fin primordial de la finca, 90% sostenible, es implicar al personal en nuevos programas, ya sea el maratón que se organizó hace unos años, los conciertos, o cualquier idea que les surja, fomentando el intercambio de conocimiento.Como también se esfuerzan en que la gente de los pueblos colindantes se sientan parte de La Donaira, organizando eventos a puerta abierta , donde pueden pasear por La Donaira, degustar los manjares que se ofrecen en puestecillos del jardín y disfrutar de este paraíso vecino.
La piscina exterior lleva agua de manantial y el Spa está en una casa independiente con vista a las colinas de la Sierra de Ronda, que alcanzan hasta la de Grazalema. Olivos, encinas, un horizonte bello y salvaje se observa desde la cristalera del recinto que alberga piscina climatizada dentro del spa , donde disfrutar de saunas seca y húmeda.

Ritual gastronómico.

Y llega el momento álgido del día en el que se disfrutará de la excelsa gastronomía de la pareja de vida y de cocina, Nerea y Manu, quienes dicen haber encontrado en La Donaira su lugar en el mundo , pues comulgan completamente con la filosofía de la finca. Gracias a la explotación biodinámica, cuenta con ganadería propia , y a la cocina llegan solomillos de las vacas wagyu, corderos de la granja, huevos , leche, incluso el aceite de oliva y las hierbas y hortalizas de la huerta. Nerea y Manu innovan su gastronomía a diario, creando platos distintos y saludables. A la vista de los comensales, hacen maravillas , de la huerta al plato. El ritual gastronómico se lleva a cabo en la mesa de la magna cocina y lo acompaña David, el sumiller, quien habla con entusiasmo de los seis vinos naturales que maridan la gallina de Guinea con puerros en papillote, el solomillo de vaca wagyu , los espárragos de temporada, o el postre del día.

De vuelta a la habitación espera una mullida cama con sabanas de lino, detalles en cada rincón, zuecos croc y sombrero en el armario. El baño no se queda atrás con su grifería de cobre, y esa bañera zapatilla, de cobre también, con pétalos de flores flotando en el agua calentita que no se enfría gracias al real material que la contiene.