TRINIDAD- LA JOYA COLONIAL DE CUBA.
La entrada en Trinidad estuvo acompañada por una sucesión de bailes y alegorías a la época colonial cubana. El grupo Bánlame de Sancti Spíritus ofreció al amparo del marco colonial de la Casa de la Música un espectáculo de esa rumba cubana que tuvo sus orígenes en la esclavitud, cuando se levantaban al sonido de un tambor y danzaban contoneándose, revolviéndose, como si estuvieran poseídos por los orishas (emisarios divinos) de sus antepasados. El ritmo y la complicidad entre Bánlame y el público fue in crescendo cuando uno de los bailarines tragó fuego echando el humo por la boca y otros hipnotizaron a un espectador vendándole los ojos y rodeándole por una serpiente, mientras bebían un vaso y otro de canchánchara , bebida de jugo de caña, naranja agria y azúcar con carácter mágico-religioso.
En la Bodeguita del Medio los bailarines vestían ropas campesinas y bailaban danzas criollas bajo la atenta mirada del retrato de Ernest Hemingway que fue asiduo al entrañable lugar. Afuera un hombre con sombrero de paja asaba pacientemente un chancho dándole vueltas hasta tostarlo al completo. En la Casa de la Cerveza la música seguía latiendo a todo ritmo, entre jarras de cerveza de Cristal y Bucanero que llenaban las mesas de los visitantes.
TRINIDAD, UNA CIUDAD CON POSO.
Fundada en 1514 por el adelantado Diego Velázquez de Cuellar tuvo su importancia como enclave de paso para el transporte del oro y por su Valle de los Ingenios, declarado Patrimonio de la Humanidad en 1988, donde se situaban importantes haciendas azucareras . Algunas de ellas siguen poblando el Valle testimoniando otras eras cubanas en el conjunto arquitectónico del Ingenio Manaca-Iznaga, donde es más que aconsejable ir, comprar un precioso mantel del lino en las afueras del ingenio, y entrar a comer a la gran casona, entre mecedoras de rejilla, cuadros con motivos de la hacienda y bailes tradicionales, al amparo de la Torre Vigía de 45 m. el ojo que todo lo ve construida con ese propósito, y curiosamente llamada la Torre de Pisa de Cuba. También testimonia otras épocas y forma de vivir los restos de la hacienda de San Isidro de los Destiladeros, donde aún se adivina el tormento de los esclavos que trabajaban la tierra y que apenas llegaban a los veinte años como bien cuenta el centenario y sagrado árbol del Ceiba al que se siguen llevando ofrendas de Santería para tirarle de la lengua y conseguir que narre las leyendas y las verdades atroces que sucedieron alrededor de su añejo tronco.
Con los cambios políticos la ciudad pasó tiempos duros . Aún así la importancia histórica de su arquitectura le llevó a entrar en el patrimonio de la UNESCO en 1988 . Al perderse por sus calles aún se escucha el bamboleo de los carros, o el galopar de algún caballo. Es una delicia saborear sus platos típicos en tabernas populares o en restaurantes con sabor centenario como el Plaza Mayor al ritmo de esa música que se escucha a cada esquina acompañada del bailar que nunca cesa en Cuba y que hace que las penas se lloren bailando. Llegar a la Plaza Mayor y entrar en el Convento de San Francisco de Asís, dar una vuelta por la Plazuela de las Tres Palmitas , el Museo Romántico y la Iglesia de la Santísima Trinidad, o conocer la parte menos turística de la ciudad en el Barrio de Las Tres Cruces , para observar la cotidianidad de Trinidad , entre sus coloridas y modestas calles donde no se deja de escuchar alguna balada ni de ver a los niños jugando hasta el anochecer.
Y así termina gracias a Fitcuba 18 el recorrido inolvidable y altamente aconsejable por la Cayería del Norte en Villa Clara y por la región de Sancti Spíritus.