Tailandia Legendaria. Primer día

Al salir del aeropuerto de Suvarnabhumi en Bangkok, el olor de Asia se instala en la pituitaria como un fugaz aviso a la sensualidad que está por descubrir; esa mezcla de aromas dulces, densos, y hasta pegajosos acompañarán la estancia en Tailandia, como lo harán las blancas sonrisas, la delicadeza y ese no saber si se ha sido entendido o si la leve inclinación de la cabeza y el unir las manos a modo de rezo, es simplemente un gesto más para nunca tener que decir que no.

Cuando a Tailandia se le conocía como Siam, y cuando cualquier aventurero, viajero o soñador que se preciara tenía al Reino de Siam como uno de sus primeros objetivos, se levantó a orillas del Río Menam, allá a mediados del siglo diecinueve, una casa de descanso para aquellos intrépidos que osaban cruzar los mares y llegar a “La Ciudad de los Olivos Salvajes”, a Bangkok. Y así nació el legendario Hotel Mandarín Oriental, parada y privilegiada fonda de la primera jornada del viaje.

Joseph Conrad, el gran capitán de vastos mares pero sobre todo, capitán de su agitada vida, se bebió unas cuantas copas en el Mandarín, Nijinsky deleitó a los huéspedes con su danza y Somerset Maugham tuvo una estancia no tan envidiable como otros, ya que pasó su intermitente ataque de malaria en una de las suites del Mandarín. Sin embargo el gran protagonista del hotel sin duda alguna, su amo y su amante fue el rey de la seda Jim Thompson que un buen día de forma misteriosa, desapareció.

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Casa de Jim Thompson, el Rey de la Seda.

¿Qué mejor forma de terminar el día que atravesar el río en el barco de madera del Hotel para cenar en el restaurante Rim Naam, escondido entre acacias, palmeras abánicos, ilang-ilang, y disfrutar durante la cena de la belleza de sus exóticas danzas.

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