PASEO POR LA LEYENDA Y EL GLAMOUR.
Trenes de lejanías, de cercanías… pueblan la estación Victoria de Londres. Tienen en común su apariencia férrea. Pero al fondo de la estación, como recién sacado de una maqueta infantil, se distingue un ferrocarril impecable. Es el “British Pullman” que pintado con suaves pinceladas en beige y marrón evocan el tono sepia del pasado. Las ventanas, de regia madera, dejan entrelucir una decoración acogedora a los años 20; sillones de orejas tapizados con cretonas, servicio de plata y cristalerías de finísimo cristal en las mesas.
Terciopelos, sedas y una tripulación que apostada a las puertas de cada vagón, brilla tanto como el tren por su indumentaria y por la amabilidad con que reciben al viajero.
Cada carruaje tiene su nombre y su historia, y por supuesto su decoración particular: El “VERA” con marquetería de antílopes fue construido en 1932 por el “Metropolitan Commell Carriage and Wagon Co. Ltd.” y acogió al Príncipe Carlos y la Princesa Ana. El “PERSUS”, en cambio tuvo el sobrio destino de ser receptáculo del funeral sobre raíles de Winston Churchill en 1965. En el “PHOENIX” viajó Charles De Gaulle y el “ZENA” sirvió para fines teatrales en “Ágata” sobre la escritora Ágata Christie, que inmortalizó el tren con su famosa novela “Asesinato en el Oriente Express”.
Sus vagones y su menaje, magníficos, fueron diseñados por René Lalique siguiendo la moda de aquellos años.
Una de las rutas más atractivas que ofrece el “British Pullman” es la excursión de un día, Londres-Bath, con “brunch” y cena de cuatro platos con champagne y vino, incluidos.
El servicio es de primera y la gastronomía exquisita. Todo está perfectamente organizado para el disfrute de los pasajeros. Sorbetes de champagne con limón, aperitivos, flores, chocolates…
No falta de nada en este viaje al pasado, en el que tras un par de sorbetes no resulta difícil perfilar la sombra del asesino tras los espesos cortinajes que separan un vagón de otro, o vislumbrar algún romance en el apartado con las cortinas sospechosamente echadas…
UNA “JOYA” GEORGIANA.
Finalmente se llega a la estación de Bath, famosa desde tiempo de los romanos, que atraídos por sus manantiales de aguas curativas, fundaron el balneario de Aqua Solis. Para los sajones tampoco pasó desapercibido el especial encalve de Bath y el Rey Oga fundó la abadía donde fue coronado el rey Edgar, allá por el 973.
Pero quien de verdad le dio su auge y sus días de gloria a Bath fue Beau Nash, dandy y leader de las “tendencias” del siglo XVII, que regularizó los baños, levantó teatros y se erigió en maestro de ceremonias para la construcción de Bath. Jugaba a la perfección los papeles de alcahuete, de alcalde, de hombre de mundo, controlando la actividad de la ciudad, hasta que consiguió que Bath se convirtiera en uno de los lugares de encuentro de la política, las artes y las ciencias de la sociedad británica de aquel entonces. La visita de la Reina Anne en el 1802 le dio un nuevo empuje que la Reina Charlotte realzó con su año de estancia en el 1817.
Arquitectos como John Wood, constructor entre otros muchos edificios de Bath, de las curiosas casan circulares que forman el “Crescent Real”. Escritores como Jane Austen y Oliver Goldsmith. Pintores, músicos, actores, hicieron de Bath su hogar en algún momento determinado de las épocas, bien georgiana, o eduardiana, o victoriana, del reinado británico, añadiendo así su granito de arena al ambiente de Bath, otrora glamoroso, hoy entrañablemente decadente.
De recogida, el “British Pullman” ofrece a sus viajeros una suculenta cena. Los apartados vuelven a correr las cortinas, se escucha el adormecedor traqueteo del tren y una vez más…la estación Victoria.