
Dijo una voz popular ¿quién me presta una escalera para subir al madero para quitarle los clavos a Jesús el Nazareno!Oh, la saeta, el cantar al Cristo de los gitanos….
recitaba Serrat al “sentir del pueblo andaluz!
Ayer , Viernes Santo, la procesión más moderna de la Semana Santa madrileña, la del Cristo de los Albardaleros, tenía prevista su salida del Palacio Real.
Y por fin salió… La gente se apiñaba en la Plaza de Oriente y sus alrededores, agazapada bajo paragüas multicolores que formaban una seta gigante en la lluviosa tarde de Madrid.
¡Llueve!, ¡ no llueve!, ¡sale! ¡no sale! , como una margarita a la que se van deshojando los pétalos, se escuchaban las castizas voces de los madrileños y las extranjeras de los muchos “guiris” que ávidos por vivir una experiencia “typical spanish”, se unieron a la procesión, añadiendo un toque de pelos rubios; “!my God, it´s raining a lot”, acentos brasileños y andares salerosos… y japoneses en grupo, cámara en mano, llueva, nieve o abrase el sol.
Cuando una pequeña rendija de la puerta del Palacio Real se entreabrió, el rumor de! ya salen! corrió de voz en voz y cundió en el aire , igual que los empujones para situarse entre los paragüas cuyas varillas se enredaban en el pelo del vecino y hasta amenazaban con dejarle tuerto. Y la puerta vuelve a cerrarse, y la lluvia arrecía. No por eso la velada dejó de tener su encanto. Hordas paragüeras , farolillos que se encienden, y “El Café de Oriente” que no tiene espacio suficiente para acoger a todos aquellos que acuden al calorcito del local y del chocolate con picatostes, que más que picatostes se les puede llamar pan duro, refrito e insulso, a un precio que evidentemente , no lo valen.
Paró la lluvia, se abrieron las puertas y se hizo el silencio. Los Albardaleros cargaban con su Cristo que a la luz cadenciosa de los faroles madrileños, con la Almudena de fondo y el Casco Antigüo de frente, mereció la noche lluviosa de el Viernes Santo de Madrid.