Espejismo africano

El jeep atravesaba los pueblos de casas de adobe , muchas de ellas con tejado de uralita. La carretera de “dudoso” asfalto se convirtió un camino de tierra y piedras. Hacia calor, pero una ligera brisa soplaba de cuando en cuando , aliviando la atmósfera y trayendo una ondas, apenas perceptibles, que a veces parecían un simple murmullo del viento y otras tomaban la forma de cántico espiritual.

El motivo del trayecto era atender a la ceremonia que uno de los grandes complejos hoteleros de la zona, celebraba periódicamente, donando ropa blanca a los ancianos de la aldea. Lo que para unos ya había cumplido su ciclo vital en el hotel, tras pasar por la lavandería y empaquetado con delicadeza, para otros se convertía en el gran evento del año, cuando, “cartilla en mano”, esperaban protegiéndose entre alguna acacia de la sabana africana, para recibir el cotizado obsequio.

La notas graves del “blue” aumentaban en volumen y vigor cuando al girar en un recodo del camino, la escena vibrante de un grupo de gente mayor cantando y bailando, enmudeció a los pasajeros del “jeep” . La vestimenta a lo “Cabaña del Tío Tom” , la armonía de sus voces, el ritmo de su danza y la espontánea alegría con la que demostraban su agradecimiento, fueron un chorro de autenticidad, de vida, en medio de la nada…

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