Una tarde con Christina Dodwell

Si los cielos de Madrid gozan de merecida fama, la luz de aquel la tarde de primavera era espectacular. Una jornada curiosa, no cabe duda; la Huelga General, la Manifestación e incluso los hinchas del Hannover que vestidos de verde se preparaban para llenar El Calderón.. Sin embargo hay muchas formas de vivir una misma tarde y la que sigue seguramente fue una de las más placenteras:

La Sociedad Geográfica Española había celebrado el día anterior la XIV edición de la entrega de premios : SGE 2011. Entre otros galardones, el Premio Internacional le fue concedido a la exploradora británica Christina Dodwell por sus viajes alrededor del mundo durante más de veinte años, a caballo, camello, canoa…. Viajes sobre los que ha escrito nueve libros, rodado series para la BBC y obtenido homenajes y reconocimiento.

De paseo por Madrid

Christina solamente tenía libre unas horas antes de emprender el regreso a su granja en Oxfordshire donde vive habitualmente. Fuimos a recogerla al Hotel Villarreal, Sania Jelic Directora de la Oficina de Turismo de Croacia y yo

En plena Plaza de las Cortes aquel día las banderas sindicalistas ondeaban al viento y el convoy policial se multiplicaba como muñecas Matriuskas pero cuando bajó Christina Dodwell por la escalera del hotel, el tiempo se detuvo y el “jolgorio” callejero pasó a un mundo paralelo del que nosotros nos quedábamos fuera. Alta y fuerte, muy delgada , con el rastro de su vida grabado en la piel, lo primero que magnetiza de la gran viajera son sus ojos claros e inteligentes. Luego , su voz. Un inglés perfecto modulado con elegancia , de una elocuencia serena que no intenta convencer ni impresionar. Simplemente narra, y su narración es exquisita e insólita. Estábamos sentados en un café de la Plaza Mayor con una mujer que ha viajado sola durante años a lomos de un caballo por China, Siberia, África, sin más equipaje que el que cabe en sus alforjas ni más armas que su instinto.

A la pregunta de sí no se había perdido nunca “ No me podía perder ya que no iba a ningún sitio” y a la de ¿No ha sentido miedo? contesta que tenía mas miedo cuando regresaba a “Man´s Land (La tierra de los hombres) “ que en plena jungla africana, estepa siberiana, o desierto. Respira la sencillez de los grandes y sus comentarios son rápidos y agudos. El tiempo se hace corto, harían falta días para oírla hablar sobre esa marca que tiene en el brazo, testimonio de su iniciación como cazador en las tribus de Papua Nueva Guinea, o de cómo se alimentaba de lo que iba encontrando por el camino, y de cuando llegaba la noche y ataba su hamaca a los árboles durmiendo bajo un cielo raso con más estrellas que ninguno.

 

Tras meses de soledad su unión con la naturaleza era completa hasta perder la identidad y la memoria sino fuera por el cuaderno donde anotaba regularmente los datos del viaje. ¡La libertad absoluta y con ella la pérdida del miedo! dice Christina mientras hace comentarios halagüeños sobre el Madrid de los Austrias y la luz de la ciudad en el crepúsculo que esa noche es dorada y rojiza. Le parece bellísima la Plaza Mayor y le gustan las calles angostas de las cavas donde está el restaurante Art Burguer en la calle Redondilla y las más jugosas hamburguesas de “Black Angus” y donde, Christina, con una caña en la mano nos cuenta como, mucho en la vida, o en la suya al menos, se debe a la eventualidad . “Mis viajes por ejemplo” comenzaron cuando, en un trayecto organizado a algún lugar de África con una amiga y dos muchachos , éstos nos robaron el jeep, dinero… todo lo que llevábamos . Teníamos que sobrevivir. Y lo hicimos, al lomo de unos caballos salvajes que tuvieron la gentileza de salir a nuestro encuentro. Me gustó la experiencia, aprendí cosas de mí que nunca hubiera sospechado . Y así comenzó “mi viaje” que dura veinte años y que aún no ha finalizado”.

 

En 1995 creó una fundación benéfica “Dodwell Trust” dedicada a la ayuda en Madagascar de sanidad, escolarización, familia…Allí pasa la mitad de su tiempo, la otra mitad la dedica a su granja cerca de Bristol en lo alto de una colina y dice disfrutar del cobijo de una casa con techos y paredes, aunque confiesa en voz baja y haciendo un guiño que cuando regresa a Madagascar y duerme en las chozas de caña o bajo el cielo estrellado vuelve a sentir su lugar en el mundo.

 

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