DE “LAS TARDES DEL RITZ” AL HOTEL RITZ BY BELMOND DE HOY
Han pasado por él muchos años, mucha historia, celebridades, anécdotas… El Ritz ha sido, de siempre, más que un hotel. Sus regios salones reunieron la flor y la nata de la sociedad de cada época. Tanto, que sirvió de inspiración al iconoclasta y polifacético escritor Alvaro Retana y al Maestro Monreal para escribir en 1923 el divertido cuplé “Las tardes del Ritz” que inmortalizó la cupletista Lilian de Celis en la película “Aquellas tardes de Cuplé”, canapés… y un aire mañanero fresco y aromático, se habló de como
el legendario Ritz no quiere ser un icono de otros tiempos y avanza al ritmo de nuestro siglo, especialmente desde que hace ya un año Christian Tavelli tomo la dirección del Hotel Ritz Madrid by Belmond, y viendo en su nombramiento un gran voto de confianza, un reto y una aventura, según sus propias palabras sacudió las alfombras, o mejor expresado, las renovó, ya que una de sus primeras gestiones fue el cambio de la alfombra de 300 m2 del lobby. A ello siguió un protocolo más actual en la vestimenta; fuera las corbatas, un ponerse en la cotidianidad de los matrimonios del s. XXI que lejos de llevar “nani” para los niños, no saben que hacer con ellos. Christian Tavelli tiene dos hijos y está pero que muy al tanto de esos detalles, y para ello ha organizado un importante apartado durante la estancia en el Ritz como es el cuidado y entretenimiento de los infantes de sus huéspedes.
No solo se lo pasarán bien los niños, las mascotas también estarán bien atendidas mientras sus amos disfrutan de alguno de las propuestas del hotel en sus experiencias MadRitz que incluyen planes sugestivos, clásicos, vanguardistas, gastronómicos…, sobre lo mucho y variado que Madrid puede ofrecer.
El postre del grato desayuno fue una copa de “Dalitini” que contiene martini bianco, cointreau, vodka, pulpa de cerezas y una jugosa anécdota que dio origen a su nombre, cuando en aquel entonces de 1926, un joven Salvador Dalí fue a su peluquería, la del Ritz, para después pasar por el bar de Hotel a probar su primer cocktail. Dalí creyó ver un pelo blanco dentro de la copa, incluso pensó que era una cana incipiente, pero, al tratar de sacarlo, sintió un punzante dolor, ya que lejos de ser un pelo, era una grieta en la copa que le cortó tiñendo de rojo su brebaje. Al marcharse, dejando un billete de 25 pesetas como desagravio para pagar las 3 pesetas que costaba la bebida, se fijó en el sombrero con cerezas de tela de una dama, le pidió una, cogió otra cereza auténtica del frutero y uniéndolas por el tallo, las dejó en la copa y salió comentándole al atónito camarero “se ha creado el DaliTini”, que, por cierto, está delicioso!!!!